Los clubes de usuarios. Un paso más en el camino hacia Linux
La historia no es una serie de acontecimientos que se desarrollan en forma lineal. Un acontecimiento es el resultado de la suma de consecuencias de otros muchos acontecimientos grandes y pequeños que se desarrollaron en diferentes momentos en distintos lugares del mundo.
Interrumpí la historia de Internet para empezar a contar la historia del nacimiento del movimiento de software libre. Ahora es momento de retomar esta historia para llegar al punto en que ambas se encuentran. Recuerden que en el artículo anterior dejamos a Richard Stallman molesto porque el ambiente profesional de los programadores se estaba mercantilizando y perdiendo el espíritu original de colaboración asociado al movimiento hacker. Sin embargo ese espíritu estaba más vivo que nunca en otro lugar.
A principios de los 70, la fabricación de las computadoras se fue simplificando y haciendo más económica gracias a la producción en masa de los microprocesadores. De esta forma fue posible la comercialización de kits de componentes electrónicos para que los entusiastas armaran sus propias microcomputadoras.
El interés que despertaron estos kits fue grande, y pronto surgieron clubes en donde quienes armaron sus propios equipos, y los que querían aprender a hacerlo se juntaban en forma presencial para intercambiar ideas y conocer novedades. Estos grupos contaban con las cualidades que Stallman echaría de menos en los programadores profesionales: el amor al conocimiento por el conocimiento mismo, el deseo de explotar al máximo la capacidad de la tecnología y la vocación de ser útil a los demás compartiendo lo que uno sabía.
En general estos grupos de usuarios eran organizaciones sin fines de lucro con una cantidad de miembros variables que se reunían una vez por mes y, dependiendo de su tamaño y recursos, publicaban un boletín impreso. Además, los miembros más experimentados se ofrecían a responder consultas de los usuarios novatos. A medida que se hicieron más populares, los fabricantes de kits (y luego de computadoras ensambladas y software) comenzaron a asistir a las reuniones para promocionar sus productos. Pero, según describen algunos participantes, no se trataba de la típica charla promocinal, si no que enseñaban trucos y daban información de utilidad para los participantes.
AT&T. El enemigo a vencer
Ya tenemos las computadoras en manos de usuarios no corporativos y un protocolo de comunicación universal.para conectarlas. Solo había que sacarse a la AT&T de encima. para que Internet llegara a las masas.
La AT&T, compañía que desde el siglo XIX usufructuaba las patentes de Graham Bell, se había convertido en el siglo XX en el monopolio de comunicaciones telefónicas en EE.UU. Su dominio era tan absoluto que los usuarios ni siquiera eran dueños de sus aparatos telefónicos ni podían conectar a la red dispositivos que no fueran de la compañía. Como único fábricante de modems, AT&T nunca se molestó en ofrecer otra cosas que dispositivos caros y voluminosos.
El poder de la compañía empezó a resquebrajarse cuando apareció el Hush-A-Phone, un dispositivo plástico que se ajustaba al auricular telefónico e impedía que se transmitiera un sonido que no fuera la propia voz del emisor. Una resolución judicial permitió que el dispositivo se comercializara a pesar de las protestas de AT&T que decía que dañaba su red.
Una dećada después, la empresa sufriría una derrota definitiva con la llegada al poder de Ronald Reagan. Fanático del libre mercado e impulsor de una fuerte desregulación de la economía. El gobierno estadounidense aprovechó la demanda del fabricante de un dispositivo que permitía integrar el teléfono a una radio evitando tener que permanecer junto al aparato para comunicarse. Cuando la AT&T amenazó a los usuarios con cortarles la conexión, el fabricante recurrió al ente regulador. La telefónica terminaría acordando dividirse y la red telefónica liberándose.
Los clubes de usuarios se conectan a la red
Pero, antes de eso ya hubo avances. En 1975 la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos permitió finalmente que el usuario pudiera conectar cualquier dispositivo a la red siempre y cuando no la dañara. Uno de los primeros modems disponibles para los usuarios domésticos bajo la nueva disposición lo compró un tal Ward Christensen.
Christensen fue el creador de xmoDEm, un programa que permitía que las computadoras de la época se comunicaran entre si usando la red telefónica tradicional. Este soft fue compartido libremente entre los clubes de usuarios y adaptado a los diferentes sistemas operativos.