Canonical, ¿qué le has hecho a mi viejo Lenovo? Historia de una resurrección tras subir a Ubuntu 23.04
Cuando tenía que decidir cómo sería mi primer ordenador, la elección fue más o menos sencilla: uno de torre sin marca y con lo máximo en disco duro, procesador y RAM. El sistema operativo, aunque pedí dual-boot, lo hice tarde (cuando ya me lo entregaron) y me acostumbré a usar Windows. Más tarde compré un iMac, y también era fijo. Los portátiles eran caros y menos potentes, pero eso ya no es tanto así, y ahora prefiero ordenadores que pueda usar en cualquier parte. Actualmente tengo dos, uno más viejo y otro más nuevo, y parece que Canonical ha querido darle una segunda juventud a mi viejo Lenovo con Ubuntu 23.04.
Mi Lenovo va muy justo para la la tercera década de los 2000. Con un Intel I3, disco rígido y 4GB de RAM, poco se le puede pedir. Nunca fue bien con Windows, pero sí funcionaba decente con las últimas versiones de Ubuntu en usar Unity y las primeras desde su regreso a GNOME. Pero todo empezó a cambiar en el último par de años. Le puse inicio dual para cubrir todas las posibilidades, le cuesta muchísimo mover Windows 11 y, bueno, con Ubuntu 22.04… se movía, digamos. Más tarde, cuando se solucionaron los problemas con Kodi, decidí actualizar a 22.10, y el movimiento me salió más mal que bien.
Llámalo Ubuntu 23.04, llámalo Linux 6.2, llámalo GNOME 44…
Lo cierto es que desde que subí a Kinetic Kudu he usado mi Lenovo en contadas ocasiones. Mi centro multimedia ahora es la Raspberry Pi, con LibreELEC para el contenido multimedia y RetroPie para jugar de vez en cuando, por lo que no probé a fondo el rendimiento con la anterior versión de Ubuntu. Sí lo hice varias veces, y probablemente por las actualizaciones desatendidas, esas actualizaciones que se aplican automáticamente por seguridad sobre todo, ese Lenovo tardaba mucho tiempo en siquiera responder a mis órdenes con solvencia, puede que superando la hora.
Justo ayer, después de que tuviera que reordenar algunos muebles de una habitación de mi casa que acaban de pintar, cogí ese portátil sin muchas esperanzas y actualicé a Ubuntu 23.04 directamente, como lo había hecho con 22.10. El siguiente GIF define perfectamente mi cara al empezar a interactuar con mi nueva instalación:
¿Qué ha pasado? No tengo la respuesta. Teniendo en cuenta que con 22.04 el equipo se movía más o menos bien, es probable que hubiera algo no tan bien gestionado en 22.10 o que al actualizar directamente algo no saliera todo lo bien que podría haber salido. También puede tener que ver con las mejoras de rendimiento de GNOME 44, y también con el kernel, Linux 6.2. Hablando de la gestión, a lo mejor se están gestionando mejor las actualizaciones desatendidas, pero es que Kinetic Kudu no me iba nada bien ni cuando no estaban ejecutándose en segundo plano.
A caballo regalado…
En Twitter leí que la cuenta oficial de Ubuntu sacaba pecho mencionando que el rendimiento había mejorado tras el lanzamiento de Ubuntu 23.04. Aquel tweet fue respondido por el famoso medio OMG! Ubuntu! diciendo algo así como que «hasta que compruebas que los benchmarks en los videojuegos son peores«, pero ese tweet parece haber sido eliminado. La cuestión es que la información oficial sí informa de mejoras en el rendimiento, pero esta es una novedad que tiene poco de nuevo desde, creo, GNOME 41. En GNOME 40 se hizo el cambio espectacular que nos hizo ver el escritorio de otra manera, y fue a partir de la siguiente versión cuando empezaron a pulir las cosas y hacer que todo rindiera mejor.
Por lo tanto, yo no sé qué es, pero es. Puede ser efecto placebo tras una mala actualización a Kinetic Kudu, de hecho mi primera actualización de siempre de una versión de Ubuntu a otra sin empezar de cero; puede ser el kernel, puede ser GNOME 44 o pueden ser los retoques personales que le hace Canonical al GNOME puro, pero lo cierto es que ahora mismo tengo vivito y coleando a un portátil que parecía haber tirado la toalla.