La licencia no da licencia (Opinión)
Hace un rato escribí una reseña sobre un programa concluyendo que no estaba listo para ser distribuido y mucho menos usado. Un conocido me escribió por mensaje directo afirmando que me equivoqué al hacerlo.
Mi «equivocación» no fue en la descripción de las falencias del programa (Mi interlocutor reconoció no haberlo probado) sino haber hablado mal de una aplicación de software libre. En su opinión, si no podía decir nada bueno del programa no debería haber escrito el artículo. Aparentemente la libre expresión es mala para el movimiento del software libre.
La religión del software libre
El movimiento del software libre creado por Richard Stallman es un proyecto admirable, basta con hacer un repaso de las 4 libertades fundamentales para darse cuenta:
La libertad de ejecutar el programa como se desee, con cualquier propósito (libertad 0).
La libertad de estudiar cómo funciona el programa, y cambiarlo para que haga lo que se desee (libertad 1). El acceso al código fuente es una condición necesaria para ello.
La libertad de redistribuir copias para ayudar a otros (libertad 2).
La libertad de distribuir copias de sus versiones modificadas a terceros (libertad 3). Esto le permite ofrecer a toda la comunidad la oportunidad de beneficiarse de las modificaciones. El acceso al código fuente es una condición necesaria para ello.
Si tenemos en cuenta que estos enunciados son anteriores a Internet, las redes sociales y al impacto de la Inteligencia Artificial en nuestras vidas podemos tomar la real dimensión de Stallman como visionario.
El problema es cuando ignorando la formación de Richard Stallman y el contexto en que inició el movimiento se pretende que todo el mundo adscriba a esos principios en forma acrítica y sin tener en cuenta sus propias necesidades.
Stallman era un joven miembro del Laboratorio de Informática del MIT. Le tocó vivir en una época en la que estudiantes y profesores compartían los recursos por igual. Si un estudiante necesitaba de un escritorio y un terminal de ordenador y la oficina del jefe del laboratorio estaba vacía, simplemente entraba y se ponía a trabajar.
Todos en el laboratorio eran expertos programadores, si a alguien se le ocurría una forma de mejorar el sistema operativo escribía el código e implementaba las mejoras.
Pero, los tiempos cambiaron y nuevo director estableció nuevas modalidades de trabajo. Se compró un nuevo sistema informático y cuando Stallman pidió acceso al código fuente para implementar mejoras en el funcionamiento de una impresora se lo negaron en nombre de los derechos de autor.
Es decir, que el movimiento del software libre nació para recuperar un ambiente de trabajo que fomentaba la productividad de los que trabajan en informática. El error se produce cuando se cree que esas libertades deberían bastarnos a los demás.
La quinta libertad
Tim O’Reilly es el fundador de O’Reilly Media, una de las editoriales de contenidos educativos sobre tecnología más importante del mundo. El sostiene que desde el punto de vista de los usuarios finales hay una libertad más importante que las otras cuatro. La libertad de hacer cosas usando un programa que no podrían lograrse sin utilizarlo.
Es decir que el mejor programa desde el punto de vista del usuario es el que les permite hacer las cosas que necesita. Desde su punto de vista el acceso al código es irrelevante.
La licencia no da licencia
Viniendo como vengo de una familia de comerciantes y dedicándome al marketing estoy más cerca de O’ReIlly que de Stallman. Yo escribo para el usuario final y el usuario final tiene que saber si un producto le sirve o no. Cuando compartimos esas supuestas tablas de equivalencia entre software privativo y software libre estamos mintiendo.
No podemos decirle a un usuario que El Gimp reemplaza a Photoshop sin aclararle que no va a encontrar los miles de tutoriales y los centenares de complementos que ahorran pasos. En cambio, podemos explicarle que si se toma el trabajo de aprender a programar en Python va a poder desarrollar sus propios complementos sin pagar fortunas en licencias ni arriesgarse a utilizar una copia pirata.
Tampoco hay que afirmar que todos los archivos de Microsoft Office se van a ver sin problemas en LibreOffice, pero, como contrapartida, el acceso a sus archivos no dependerá de los caprichos de una empresa de software.