Linux Adictos Diego Germán González  

La postura de Doctorow es que hay que arreglar Internet y no a las plataformas

La postura de Doctorow

Cory Doctorow es un bloguero y escritor canadiense. Fuerte defensor de la libre difusión del conocimiento utilizando licencias como Creative Commons, nadie en su sano juicio puede tomarlo por un simpatizante de Trump, la supremacía blanca o cualquier otra entidad «facha»

En la web de la Electronic Frontier Foundation fijó su postura a partir de los acontecimientos relacionados con la censura a Donald Trump.

Comienza señalando:

Es seguro que nadie está encantado con las políticas de moderación de las grandes plataformas tecnológicas (yo no lo estoy). Pero aunque todos estemos de acuerdo en que la tecnología tiene un problema de moderación, hay mucho menos consenso sobre qué hacer al respecto

Doctorow marca dos tendencias principales; la primera es imponer reformas a los gigantes tecnológicos y la segunda es reformar Internet.

La postura de Doctorow

Los defensores de la primera posición proponen reglas y estructuras para que las plataformas se relacionen con sus usuarios: políticas de moderación claras, un debido proceso para los moderados, transparencia y responsabilidad.

Sin embargo, a Doctorow no le gusta porque da por sentado que las grandes tecnológicas son algo inevitable y lo único posible es transformarlos en dictadores benévolos o déspotas ilustrados.

La segunda alternativa, que él apoya, es la de reformar Internet. Las personas detrás de este movimiento quieren una Internet dinámica, en la que haya muchas formas diferentes de hablar con amigos, organizar un movimiento político, asistir a escuelas virtuales, intercambiar dinero por bienes y servicios, discutir sobre política y compartir creaciones.

Dice Doctorow:

Claro que queremos que los espacios virtuales estén bien gestionados, sean responsables y transparentes, pero también queremos que haya otros lugares a los que los usuarios puedan acudir cuando no lo estén

Los administradores de las plataformas pueden equivocarse, y, cuando esto pase, el usuario debe poder recoger y marcharse, y seguir llegando a sus amigos, mostrando y vendiendo su arte, y defendiendo sus causas.

El problema no es (simplemente) que los directores generales de las grandes empresas tecnológicas no estén capacitados para tomar decisiones que rijan la vida digital de miles de millones de personas. Es que nadie está capacitado para tomar esas decisiones.

La interoperabilidad es la clave

Existe un obstáculo para cambiarse de una red social y es el llamado «efecto red»

Si te gustan más las políticas de moderación de otro sitio que las de Twitter, puede que sigas en Twitter, porque ahí es donde está toda la gente con la que quieres hablar. Es más, las personas con las que quieres hablar siguen en Twitter porque tú estás allí. Es una especie de toma de rehenes mutua

Si existiera Interoperabilidad los usuarios podrían cambiarse a plataformas con cuyas políticas de moderación coincidieran. Plataformas cuyas definiciones de «discurso de odio» o «acoso» o «grosería» se ajustan a tus propias normas. Y, el cambio se haría sin perder el contacto con los colegas y amigos con los que interactúan, ni con los extraños a los que siguen o siguen.

Los aspectos negativos de la Interoperabilidad

De todas formas, la postura de Doctorow en favor de la Interoperabilidad no le impide ver sus aspectos negativos:

El primero es que en una Internet descentralizada e interoperable, es mucho más difícil aplicar políticas que afecten a miles de millones de personas a la vez.

Otro inconveniente es que si los usuarios pueden cambiar fácilmente de plataforma sin renunciar al acceso a sus círculos sociales, entonces las plataformas que permiten un discurso dañino o indeseable acumularán usuarios que disfrutan de ese tipo de cosas.

Doctorow se pregunta:

¿Pero qué pasa con la expresión ilegal? ¿El fraude, la pornografía no consentida, la incitación grave a la violencia?

Y se responde

Pues bien, todo esto sigue siendo ilegal, y los tribunales y los fiscales (así como los particulares, en muchos casos) tienen el derecho legal de castigar a las personas que utilizan las plataformas para difundir este discurso ilegal. Es más, dependiendo del tipo de discurso y de la complicidad de la plataforma en él, la propia plataforma puede compartir la responsabilidad por el discurso delictivo.

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