Los ejércitos de China y Rusia no se fían de Windows y preparan el reemplazo
Las políticas comerciales de Estados Unidos con Donald Trump al frente no dejan de abrir conflictos allá donde se apuntalan cambios y, como no podía ser de otra manera, las consecuencias no se hacen esperar. La última, si bien tiene mucho más de estrategia a largo plazo que de represalia determinada, es el movimiento adverso para los intereses de una de las compañías estadounidenses más importantes del mundo por parte de dos de los ejércitos más importantes del mundo, el ruso y el chino.
Se daba a conocer la semana pasada que en China, al menos en lo que a sus fuerzas armadas se refiere -el Gobierno también se mueve en la misma dirección– Windows tiene los días contados. La razón ya no es económica, sino de confianza e independencia tecnológica y va tan lejos como para no considerar nada nada que huela a Unix, Linux incluido. Por el contrario, se dice que están desarrollando un sistema operativo desde cero solo para el Ejército.
Cabe recordar que esa misma semana saltaba a los medios la preocupación de las autoridades chinas con que, siguiendo el caso de Huawei, Estados Unidos impusiese algún tipo de bloqueo para el software de código abierto que se genera en plataformas como GitHub, del cual dependen muchos de los proyectos empresariales y públicos de prácticamente cualquier organización a lo largo y ancho del globo. El resumen era que China teme que Trump tome el control del Open Source y aunque parece una incoherencia, no se trata tanto de impedir el acceso al mismo, como de dificultarlo: cualquier desarrollador que trabaje con GitHub o plataformas similares que operen en Estados Unidos -ni siquiera es necesario que estén radicadas en el país o que lo estén sus servidores- está sujeta a las leyes y, como se está comprobando, a la arbitrariedad de la Administración Trump.
Por otro lado, la desconfianza para con Unix o, más en concreto Linux, es extraña, a tenor de el propósito de la Administración china era tomarlo como alternativa, de que sus principales superordenadores usan Linux y, más importante todavía, de que mantener un fork de Linux con todas las presiones que se imaginen es más factible para una potencia como el gigante asiático que desarrollar algo desde cero. Habrá que ver en qué queda todo.
Sin dejar Asia aunque sea en parte, Rusia es otra potencia que tampoco se fía de las soluciones informáticas estadounidenses para su ejército y ya están en proceso de implementar una alternativa, esta sí, basada en Linux. Se trata de Astra Linux, una distribución basada en Debian en desarrollo desde 2008 por parte de una compañía rusa cuya andadura comenzó enfocándose en el sector privado, para más tarde dirigirse a las administraciones públicas. Astra Linux, que ya está en manos de las fuerzas armadas rusas, es la decidida apuesta del país para recuperar su independencia tecnológica.
Aunque lo cierto es que, al igual que en China, en Rusia llevan tiempo con las mismas ideas en mente. Hace más de una década que la intención es patente y en los últimos años ha ido a más, con amagos para prohibir Windows, informes con los que avalan soluciones como Linux o RectOS e incluso SailfishOS en el terreno móvil. No obstante, hablamos de potencias con estructuras gigantescas en las que cada cambio se planea e implementa muy lentamente. Lo que sí parece probable es que en una década, Windows haya dejado de ser el sistema en el que se apoyan instituciones públicas en muchos sitios.
Con todo, no solo China y Rusia están en lo que están. también aliados de Estados Unidos quieren más independencia tecnológica. El último del que se han conocido intenciones ha sido Corea del Sur, que reemplazará Windows con Linux para ahorrar costes y controlar el software que utiliza su Gobierno.