¿Mi distribución favorita o una distribución popular? Tomar una dura decisión o no
Aunque he discrepado, he llegado a leer algún artículo por la red cuyo autor decía que usaba Windows «porque funciona y ya está». Discrepo con la manera de expresar el motivo, pero no en el fondo: Windows te permite hacer de todo; el software existe, y si algo se complica, hay documentación. Algo parecido puede pasar entre nuestra distribución favorita y una que es más popular: puede que una nos guste más, pero nos convenga más otra.
Intentaré no dar nombres para no provocar guerras dialécticas, pero todos sabemos qué sistema operativo basado en Linux es el más popular. Llega a usarse tanto que hay software que en el apartado «Linux» de su página de descargas pone su logotipo. La mayoría del software que está disponible para Linux está disponible en su tipo de paquetes, y cuando se busca documentación por Internet sobre cómo hacer algo, una vez más, encontramos como hacerlo con esta distribución. O su padre. O sus hijos. Todo lo mismo.
Mi distribución favorita no es tan fácil de gestionar
Hay otra distribución que es popular entre los más expertos. El sistema operativo viene «a pelo», sin interfaz gráfica, por lo que, tras una instalación 100% CLI, tenemos que instalarla si queremos poder usar un ratón. Funciona muy bien, pero ni siquiera tiene centro de software hasta que se lo instalas. Los que usan esta distribución no tienen nada de bloatware, pero ver un vídeo en YouTube sobre cómo instalarla da más miedo que El Exorcista en los `70. Hay puntos medios, distros basadas en esta que ya incluyen interfaz de usuario, e incluso tienda de software, pero la documentación para hacer algo poco habitual también escasea.
Esto es algo que no pasa sólo con las distribuciones. También pasa con los escritorios, aunque menos. En los más usados no suele haber problemas, en parte porque son más intuitivos, pero hay otros algo menos extendidos en los que hacer retoques puede costar más de lo que es asumible. Y quien dice escritorios dice también unos gestores de ventanas en los que para gestionar la configuración del ratón hay que tirar un rato de Google DuckDuckGo. Se puede usar una distribución popular con un gestor de ventanas, pero si no está en una ISO, hay que tener mano para dejar las cosas bien.
Al final, hay veces en las que hay que elegir…
… o no. Todo lo que hace un Linux puede hacerlo otro. Si tenemos una distribución favorita que nos gusta cómo funciona, su interfaz, sus aplicaciones, vamos, que estamos cómodos con ella, y no encontramos nada que no podamos hacer, pues no debemos plantearnos nada. Nos quedamos en ella. Si nuestro trabajo nos obliga a usar un software y la escasa documentación (y conocimientos) no nos permiten hacerlo funcionar, a lo mejor es buena idea usar la distribución más popular. Lo que sea con tal de no volver a Windows.