Muerte de Jay Last. El adiós a uno de los fundadores de Silicon Valley
Decía Chesterton que la función de los periodistas es comunicar la muerte de Lord Jones a gente que no tenía la menor idea de que alguien llamado Lord Jones vivía. Lo cierto es que, salvo un número reducido de personajes conocidos por el gran público, el mundo de la tecnología está lleno de gente muy valiosa de la que no sabemos nada hasta que una necrológica nos recuerda sus aportes.
Por ejemplo, al poco tiempo de la muerte de Steve Jobs, murió Dennis Ritchie. Los aportes de Ritchie fueron bastante más impresionantes que los de Jobs. Lideró el desarrollo de Unix y fue uno de los creadores del lenguaje de programación C. Dos cosas sin las cuales Apple no sería lo que es.
Sin embargo, al momento de su muerte y al cumplirse el décimo aniversario, la repercusión fue mucho menor.
Acerca de la muerte de Jay Last
Otro desconocido valioso fue Jay Last. Last, quien falleció a los 92 años de edad, fue uno de los inventores del chip de silicio. Su empresa fue de las primeras ocho que se mudaron al Valle del Silicio y sentaron las bases financieras, culturales y económicas de la que durante mucho tiempo fuera la capital del mundo de la tecnología informática.
Hijo de inmigrantes, un alemán y una escocesa-irlandesa (ambos profesores) emigró a los 16 años de su ciudad natal para participar de la cosecha de fruta en California. Como llegó antes del comienzo debió sobrevivir con 5 centavos de zanahorias por día hasta que pudo empezar a trabajar.
En 1956 Last se encontraba terminando un doctorado en física en el Instituto de Tecnología de Massachusetts cuando recibió la visita de William Shockley, coinventor del transistor y futuro ganador del premio Nóbel, quien le ofreció unirse a un nuevo grupo que buscaba comercializar un transistor de silicio en un laboratorio cerca de Palo Alto, California.
No fue ni la reputación de Shockley ni el desafío los que determinaron que Last aceptara la oferta. Lo hizo porque el nuevo laboratorio se encontraba en el valle del norte de California, donde había pasado un verano cosechando fruta después de hacer autostop desde su casa en la zona siderúrgica de Pensilvania.
No duró mucho en el nuevo empleo. Enfrentado con su jefe, junto con otros siete compañeros de trabajo conocidos con el simpático nombre de «Los ocho traidores» fundó su propia empresa de transistores conocida como Fairchild Semiconductor, en lo que hoy está considerada como la zona de origen de Silicon Valley.
Fue en esta empresa donde el Dr Last junto a su equipo de científicos desarrolló una técnica fundamental que todavía se utiliza para fabricar chips de computadora.
El invento de Fairchild Semiconductor
Shockley y su equipo usaron materiales como silicio y germanio para crear el transistor, una alternativo superior a las tradicionales válvulas de vacío. Sin embargo, persistía el problema de como conectarlos para construir una máquina más grande.
Last y su equipo probaron usar compuestos químicos para grabar los transistores en una hoja de silicio, cortarlos y conectarlos con cables individuales, sin embargo, el método resultó difícil, costoso y los resultados no cumplieron las expectativas.
Fue entonces que uno de los fundadores de Fairchild, Robert Noyce, sugirió utilizar la misma hoja de silico para construir tanto los transistores como los cables. Es el método que sigue usándose en la actualidad.
Los últimos años
Jay Last llevaba 47 años retirado de la industria informática dedicado a gestionar sus inversiones y a sus colecciones de arte africano y etiquetas de cajas de cítricos. Además, era escritor y practicaba el alpinismo.
Como dato curioso, mientras estaba terminando el doctorado, además de la oferta de Shockley recibió otra para asumir el cargo de director del laboratorio de vidrio en Butler, Pensilvania, donde había trabajado durante los veranos. Cuando se los contó a sus padres, su madre le dijo: ‘Jay, puedes hacer mucho mejor que eso con tu vida'».
Así que ya saben niños. Háganles caso a sus madres. Van a terminar revolucionando la industria informática y podrán pasarse sus últimos años coleccionando etiquetas de cajas de cítiricos.