Menos diversión, más negocios. El casi fin de la cultura hacker
La década del 80 fue casi el fin de la «cultura hacker». Lejos del contexto negativo que Hollywood y los medios le darían, ser hacker no significaba acceder sin autorización al sistema o al código de un programa. Para merecer el nombre de tal, uno debía ser capaz de tomar un programa de libre disponibilidad y hacerle mejoras significativas.
Como dijimos en el artículo anterior, era habitual que las empresas les dieran a los hackers de las universidades acceso prioritario a los nuevos equipos incluyendo el código fuente de los programas que los hacían funcionar. De esta forma se garantizaban no solo ponerlos a prueba si no acceder de forma gratuita a las mejoras que estos introducían.
Pero, a medida de que el desarrollo de software comenzó a convertirse en un negocio por si mismo, quienes ganaban dinero con él, empezaron a presionar para que se pudieran trabas a la libre distribución. Esto incluía no solo trabas legales como las licencias, si no también trampas en el código.
Brian Reid era un estudiante de doctorado en la universidad Carnegie Mellon. Reid fue el creador de Scribe, un software que permitía formatear y elegir tipografías para documentos enviados a traves de una red.
Reid no tenía muchas ganas de que otros se beneficiaran de su trabajo, al menos no en forma gratuita. Por eso se lo vendió a una empresa llamada Unilogic. Para que el negocio fuera rentable para los nuevos propietarios incluyó en el programa una subrutina que lo desactivaba a los 90 días. Salvo claro, que se insertara el código que Unilogic proveía a cambio de un pago.
Si la imposibilidad de acceder al código fuente del controlador de la impresora fue lo que colmó la paciencia de Richard Stallman, lo de Reid fue el punto de partida.
Menos diversión, más negocios. Stallman cuenta su experiencia
En una charla dada en 1986 Stallman cuenta cómo vivió lo que pasaba
A principios de los 80, los hackers se dieron cuenta de que había un interés comercial en lo que estaban haciendo. Era posible hacerse rico trabajando en una empresa privada. Todo lo que era necesario era dejar de compartir su trabajo con el resto del mundo…
Esencialmente todos los programadores competentes, excepto yo, en el laboratorio de IA del MIT fueron contratados, y esto causó más que un cambio momentáneo, causó una transformación permanente porque rompió la continuidad de la cultura de los hackers. Los nuevos hackers siempre se sentían atraídos por los viejos hackers; había los ordenadores más divertidos y la gente que hacía las cosas más interesantes, y también un espíritu del que era muy divertido formar parte. Una vez que estas cosas se pierden, no hay nada que haga interesante el lugar a nadie nuevo, así que la gente nueva dejó de llegar. No había nadie en quien pudieran inspirarse, nadie de quien pudieran aprender esas tradiciones. Además, nadie de quien aprender a hacer una buena programación. Con sólo un puñado de profesores y estudiantes graduados, que realmente no saben cómo hacer que un programa funcione.
En los 80, las consolas de videojuegos y las computadoras hogareñas y personales se habían extendido por los hogares y empresas. Miles de títulos se distribuían almacenados en casetes, disquetes y cartuchos. Todos tenían alguna forma de disuadir la libre distribución, ya sea imprimiendo los manuales en colores difíciles de fotocopiar, haciendo campañas publicitarias o insertando algo enel código como en el caso de Scribe insertando bombas de tiempo lógicas.
La cultura hacker, tal cual la entendía Stallman, parecía muerta para siempre a manos de empresas como Microsoft que vendían sus productos bajo licencia. Sin embargo, décadas después la historia volvería a girar la rueda.
Esta serie de artículos comenzó a raíz de un hilo de Stephen Sinofsky, el ex responsable de WIndows y Office. Sinofsky sostiene que Microsoft tuvo que cambiar su actitud con respecto al código abierto debido a que al dejar de distribuirse el software en formato físico, ya no era viable el modelo del cobro de licencias.
Más allá de lo que dijo Sinofsky, tenemos que señalar que gracias a Stallman, una nueva generación de hackers había surgido con los mismos viejos principios de los originales. La programación por amor a la programación y el desafío a hacer mejor lo que otros habían hecho, hicieron posible la aparición de herramientas como las del proyecto GNU, Linux, Python y otras que hoy lideran en campos como la nube o la inteligencia artificial.