Linux Adictos Diego Germán González  

La «meritocasta» y el fracaso de Linux

La meritocasta perjudicó el desarrollo de Linux

Al cumplirse 32 años de la creación de Linus Torvalds y a punto de festejar las cuatro décadas del proyecto GNU, es buen momento para hacer un balance. El mío es que la consagración de la «meritocasta» y el fracaso de Linux son causa y consecuencias inevitables.

Por supuesto, para que los lectores confirmen o rebatan mi conclusión, primero tengo que explicar el neologismo y segundo describir cuál sería el fracaso de Linux.

De la meritocracia a la meritocasta

La historia del proyecto GNU tiene sus raíces en el ambiente de trabajo que encontró Richard Stallman cuando ingresó al laboratorio de Inteligencia Artificial del MIT y cómo ese ambiente se fue perdiendo a medida que el financiamiento corporativo se volvía más generoso. Les pido que tomen nota de este punto porque es un tema que va a volver a aparecer.

Cuenta Stallman que en ese lugar existía una cultura de puertas abiertas, cualquiera podía tomar lo que necesitaba y tenía acceso a la información que requería para hacer su trabajo. El que tomaba conciencia de un problema lo solucionaba y, el trabajo a realizar se decidía entre todos.

Con el tiempo, los compañeros de Stallman fueron tentados por la empresa privada y quienes lo reemplazaron no eran partidarios de una cultura abierta. Se tercerizó el desarrollo del software.

Lo que puso fin a la paciencia de Stallman fue que cuando se hizo necesario conectar el equipo a una red de computadoras externa y a la red interna del MIT, nadie del laboratorio fue capaz de modificar el software y el fabricante no tenía el menor interés en hacerlo. Finalmente, Stallman se hartó y decidió desarrollar un sistema operativo desde cero.

Las primeras comunidades nacidas a partir de la propuesta de Stallman adoptaron un modelo inspirado por el equipo que desarrolló los primeros protocolos de comunicación entre dispositivos.  Se llamaba Solicitud de comentarios y tenía como objetivo «lograr un consenso general y escribir código que funcionara.

La comunicación era mediante memorandos que se consideraban como algo temporal, no dogmático y definitivo y que la autoridad se derivaba del mérito y no de la jerarquía.

El problema es que la meritocracia funciona en grupos pequeños, Pero, cuando se tiene que coordinar a grupos grandes y a medida desperdigados en todo el mundo se presentan los problemas. Y ahí es cuando surge la meritocasta.

Una de las acepciones de la RAE para la palabra casta es

. En algunas sociedades, grupo que forma una clase especial y tiende a permanecer separado de los demás por su raza, religión, etc.

En sus orígenes, los grupos lograban un consenso porque tenían ideas parecidas, pero al incorporarse otros puntos de vista, los miembros originales se sienten amenazados y la evaluación de los méritos de una idea es en base a la escala de prejuicios de quienes toman las decisiones. Muchos buenos aportes a proyectos de software libre son rechazados simplemente porque no vinieron de la clase correcta o porque no constituyen algo que sirva para halagar la vanidad de sus altezas los programadores.

La «meritocasta» y el fracaso de Linux

Los invito a mirar cualquiera de las notas de lanzamiento de cualquier versión del núcleo Linux. Si son capaces de encontrar alguna característica que realmente le cambie la vida al usuario común son mucho más inteligentes que yo.

No solo no ocurrió el tan esperado año de Linux en el escritorio y perdimos definitivamente la batalla de los móviles. El futuro va hacia las aplicaciones en la nube cuyo código fuente jamás veremos y donde la seguridad de los datos depende de otras nubes (En las que moran nuestros ángeles de la guarda)

Eso es culpa de la mal entendida meritocracia que privilegió a los programadores despreciando a diseñadores gráficos, especialistas en marketing, escritores profesionales, pero sobre todo al usuario común. La oportunidad de un financiamiento independiente del software libre se perdió para siempre.

Gracias a eso, hoy el desarrollo de Linux está en manos de corporaciones que son las que determinan que proyectos continúan o no. Los principios del software libre son ilusorios si no hay financiamiento que respalde un proyecto.

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