Dinamarca apuesta por Linux y LibreOffice en favor de la soberanía tecnológica
Dinamarca acaba de dar un paso en firme con el propósito de sustituir Microsoft 365 por LibreOffice y, de forma gradual, Windows por Linux en parte de su administración pública. La decisión, adelantada primero por Politiken y confirmada por diversos medios daneses, coloca de nuevo sobre la mesa el debate de la soberanía tecnológica en Europa, un asunto que gana fuerza cada vez que Washington aprieta el puño o la factura del software se dispara. No es idealismo, no.
El primer aviso llegó desde el ámbito municipal, cuando Copenhague y Aarhus –las dos mayores urbes del país– anunciaron la ruptura con Microsoft Office citando dos motivos clave: el coste creciente de las licencias y la dependencia estratégica de un único proveedor extranjero. El presidente del comité de auditoría de la capital, Henrik Appel Espersen, lo resumió con una frase concisa, pero muy clara: «Ya es suficiente».
Sin embargo, no se trata de un movimiento improvisado. Según se reporta, Aarhus ya opera con una suite ofimática de origen alemán sin especificar (¿quizás SoftMaker Office o su variante gratuita, FreeOffice?) y Copenhague inicia ahora sus pruebas piloto con LibreOffice, acompañadas por formaciones internas y un plan de convivencia temporal con formatos OOXML. Y es que el objetivo es que, en un plazo de dos años, la edición colaborativa y la documentación oficial descansen sobre aplicaciones, pero también sobre estándares abiertos.
El movimiento municipal allanó el camino para una decisión aún más señalada. Caroline Stage Olsen, ministra de Digitalización, confirmó que hasta la mitad del personal de su cartera trabajará este mismo verano con LibreOffice en ordenadores con Linux y, si el balance es positivo –y aquí nadie descarta retrocesos puntuales– la migración se extenderá al resto del ministerio en otoño.
«No podemos seguir atados a tan pocos proveedores hasta perder margen de maniobra», subrayó Olsen. Un mensaje conecta con el informe del grupo de expertos danés que en diciembre reclamó “vallar” a las grandes tecnológicas y dejar espacio a alternativas europeas. «Si solo utilizamos sus soluciones, nuestra sociedad se vuelve extremadamente vulnerable en un mundo que está cambiando con la presión de las grandes potencias, las tensiones geopolíticas y una carrera tecnológica. Por eso debemos desarrollar nuestras propias soluciones».
En este caso, Dinamarca actúa con la lección fresca y bien aprendida. El retorno de Donald Trump a la Casa Blanca ha reactivado los temores a diestra y siniestra, tanto por la locura arancelaria desatada por la nueva Administración estadounidense, como por la posibilidad de que esta pretenda imponer a sus gigantes del software condiciones que choquen con la normativa europea. Sin que nada de esto se haya hecho efectivo por el momento, ya han habido complicaciones.
A modo de ejemplo reciente, todavía tienen por aquellas latitudes muy presenta el incidente que afectó a la Corte Penal Internacional y que, respondiendo a una orden ejecutiva del mismo Trump, provocó el bloqueo temporal del correo de la fiscalía, gestionado por el servicio de Microsoft . Un incidente discutido, pero que la publicación original insiste en mencionar como antecedente a evitar.
Sea como fuere, a la incertidumbre geopolítica se suma la deriva económica: solo Copenhague ha visto cómo su factura con Microsoft crecía un 72% en cinco años y con Windows 10 a meses de perder soporte y la presión de renovar hardware para saltar a Windows 11, la apuesta por el escritorio libre tiene también una lectura presupuestaria. Se abre, pues, una ventana de oportunidad nunca antes vista y no solo para Dinamarca, sino también para el resto de Europa.
Por supuesto, sustituir décadas de inercia tecnológica no es un asunto baladí. La compatibilidad documental –especialmente en organismos que intercambian archivos a diario con empresas privadas– y la falta de ciertas aplicaciones en Linux son los dos escollos principales. Es por ello que el gobierno danés habla de migración “gradual y reversible”. Nada nuevo bajo el sol. Ejemplos de migracione ssimilares hemos tenido unos cuantos en los últimos años y no todos han salido bien.
Es preciso mencionar, eso sí, que algunos de los «retrocesos» más destacados no se han debido tanto a la dificultad técnica, como a la variabilidad política, siempre al albur de lobby de turno. La misma Dinamarca nos ha dejado ejemplos de ello a lo largo del tiempo, no en el sentido estricto de las presiones empresariales. Pero, cabe repetir, la situación actual es hasta cierto punto inédita, por lo que tal vez el resultado también lo sea.
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